Para siempre los dos

(Cuento corto)

Podría levantarme, caminar un momento y pensar que de nada serviría haber seguido esa conversación, ella estaba distante desde el principio, como si de antemano hubiese sabido que el final de toda esta historia seria su propio final.


Podría levantarme y decidir; dejar que el libre albedrío actúe contundente sobre mi, sobre ella, sobre nosotros, Pero las decisiones nunca son nuestras; las respuestas a todo ya están escritas por una suerte puta y mañosa que se vende al mejor postor de la noche (de todas las noches como esta) y enseguida con sus ojos apuñalando mis pensamientos pienso en el momento en que nos cruzamos, pienso y siento la necesidad de gatillar mil maldiciones sobre ella, sobre ese momento, pero entonces cuando es el momento justo (el momento que ya fue escrito desde hace una eternidad) decido consolarme con el pensamiento de haber decidido correctamente ponerle un fin a todo esto...

Ella esta acostada mirándome fijo y yo sin apuro simplemente la contemplo mientras un huracán de ideas arremolina sobre mi gastada mente, ella sonríe, contempla mi sufrimiento y se resigna ante mi supuesta voluntad, mientras una vez más me asalta la duda, mientras desquiciado aparto mis ojos de los suyos.

Entonces ella murmura: “tenia que ser así” y me da la pauta de que esta sintiendo lo mismo que yo, que esta esperando lo mismo, que esta asaltada por la misma duda y un segundo después me siento apoyado en su regazo distante y siento en el estomago las cosquillas del primer día...

- La observo, pero ella no se aterra, simplemente me vuelve a crucificar con la mirada, me vuelve a asaltar con las dudas, me desquicia con su silencio que me atrapa en esa especie de amor enfermo que sentimos desde el principio.

Entonces saca fuerzas para terminar de fulminarme, y con lagrimas en los ojos me suplica que no lo haga... Pero ya es tarde, las cosas son como debieron ser desde siempre, desde que se tomo la decisión cuando lentamente deslizo mi dedo sobre el cuchillo y contemplo sus ojos firmes a la hora en que el silencio se agudiza comenzandonos a envolver ( comenzandome a envolver) y cuando este se hace insoportable como el primer día en que vi sus ojos, le murmuro a sus ya inmunes oídos “yo te sigo” entonces me acuesto a su lado sintiendo en mis venas el frió de la hoja gastada percibiendo despacio el ir y venir del viento que arrastra los vidrios del parabrisas destrozado, mientras sonrío al recordar el brillo de sus ojos el día en que retiramos este maldito auto; aquel con el que firmamos los pagares de su sentencia de muerte, cuando decidimos tomarnos un merecido fin de semana en el campo... en el mismo campo en que juntos, apartir de este preciso momento, yaceremos para siempre los dos.

Adolfo Olivera

12-11-2008

3 comentarios:

Geminiano

Nivel de literatura impecable. Muy buen cuento, dentro de poco voy a publicar una, que tiene un tinte asi policial, pero volviendo a la tuya, muy bien redactada y detallada.

saludos

Carina

Adolfo, volví a leer el cuento. Comprendo ahora bien la idea. Reitero lo dicho en el blog: escribis muy bien. Tu lectura atrapa y dan ganas de que no se termine.
Un beso.
Carina

Geminiano

Bueno como no te actualizaste, te saludo por aca, espero que tengas un feliz 2009 y nos vemos pronto, sos una muy buena persona, y que canta la justa. gracias por bancarme este año, que el 09 nos lleve a algun juntos, de nuevo


abrazo